Muchas veces pensé que era frágil, que mi personalidad, mi historia, mis miedos me hacían un ser cristalino, delicado, alguien para cuidar y proteger.
Durante mucho tiempo me sentí externa, sola, cuando otros comenzaron a voltear hacía mi, recuerdo que en sus miradas había algo que me decía que querían protegerme, cuidarme, porque podían ver mi propio reflejo, el cual mostraba eso, fragilidad. Y no me malentiendas querido lector, agradezco mucho a cada persona que lo hizo, a cada persona que ha buscado brindarme su abrazo y cobijo, lo agradezco con el alma, porque en ese momento yo no podía conmigo misma.
Una esfera de inseguridades, de terror, de sentirse no merecedora de atención, de espacio, de amor, esos fueron mis 20´s tempranos. Y no lo digo como queja, lo digo como crónica, ” crónicas de un corazón reconstruido”
Y normalmente cuando pensamos en corazones rotos, pensamos en que alguien externo nos lo rompió, es lo más común, he tenido la suerte y mira que no se como, querido lector, de haber tenido amores sanos, amores reales, amores que me adoraron, que me llenaron de lo mejor de ellos, que me dieron paz. De los que en su mayoría, yo me fui, me fuí por distintas razones, pero todas propias. Pero en esas despedidas yo fui la que se rompió el corazón a si misma, y desde mucho antes.
Me enamore de nuevo y encontré mi hogar en una persona, y aquí estoy, pero más importante creo que me enamore de mi y me permití reconstruir esas piezas, en mi hogar, mi hogar que se volvió esa persona. Un refugio, un bunker de seguridad, un mar sin olas, que me ha permitido tomar el tiempo para descubrir que soy, que fui y que quiero ser, para unir con hilos las piezas que yo misma me encargue de quebrar. Ahora siento que yo misma soy mi lugar seguro, ya no me da miedo ocupar un espacio, ser vista, ser deseada, ser interesante para otros , tener voz, ser demasiado, espero ser demasiado, espero ser salvaje, ser libre y en eso encontrarme a mi, segura y salvaje.